Voy a hacer de la contestación al comentario de Cristina (cimarrones, 2ª parte) una entrada, porque me parece una reflexión, al menos, digna de leer.
Vamos por partes. La explosión demográfica de topillos campesinos ("Microtus arvalis") que se produjo en el otoño del 2007, concretamente en el mes de octubre, en Castilla y León, no tiene absolutamente nada que ver con el hecho de introducir una especie animal o vegetal en un ecosistema que no le corresponde pudiendo aclimatarse a éste y llegando a producir una invasión en toda regla. Entre otras cosas, porque el topillo campesino está asociado al hombre y a la agricultura castellana desde tiempos inmemoriales.
La idea de que los topillos campesinos fueran soltados voluntariamente y de forma deliberada en "tierra de campos" (norte de Valladolid y Zamora y sur de Palencia y León) por algún grupo ecologista, pensamiento bastante extendido, es una idea burda y absurda, ya que no existen granjas ni explotaciones conocidas de éste roedor de donde poder sacarlos. Recordemos que se llegó a contabilizar hasta 1500 de éstos animales por hectárea.
La razón principal de la increíble cantidad de topillos que arrasó regadíos y secanos, llegando incluso a atentar contra las viñas de Toro (Zamora) y su denominación de origen, fue la sucesión de un año con temperaturas moderadas y fuertes tormentas de granizo en la época de recogida del cereal, inundando así el suelo de comida, que unido a la tasa de proliferación de éste animal, las hembras paren cada 32 días y son fértiles a los 30, tuvo las consecuencias por todos conocidas.
Poco más cabe decir al respecto, solamente comentar que la Junta de Castilla y León actuó, por diferentes motivos, de forma lamentable. El primero de ellos es no hacer nada por aplacar la explosión de topillos desde el primer momento y, no dejar que los agricultores tomaran cartas en el asunto, los principales perjudicados. En segundo lugar, por la desinformación con la que pagaron a los castellanos y que yo creo que era un fiel reflejo de su propia ignorancia. En tercer lugar, tomando decisiones desesperadas y conflictivas, por supuesto también tarde, como lo fue la de "esparcir" por “todo” el campo “clorofacinoma”, un veneno con forma de grano de trigo que causó la muerte de no pocas liebres, conejos, rapaces de toda índole, desde el ratonero común hasta el milano real pasando por el escaso y elegante cernícalo primilla, perdices, comadrejas, lechuzas y un largo etcétera, amén de diezmar los palomares, emblema castellano por excelencia.
En cuarto lugar, la Junta de Castilla y León se encargo de proclamar a los cuatro vientos que la plaga del topillo campesino no acarreaba ningún problema sanitario para los humanos y, se vio desbordado cuando aparecieron decenas de casos de tularemia, principalmente por vía cinegética y, es que no hay que olvidar que la bacteria que produce ésta enfermedad infecciosa, la "Francisella tularensis", se trasmite por contacto directo entre roedores, conejos y liebres.
Gracias a cristina, porque su comentario nos ha valido para hacer éste interesante inciso.
4 comentarios:
tio no paras se sacar eres una máquina
Tio, buen artíkulo. En serio me ha gustado, pero acho... ya te vale. Tienes que cometer siempre una falta de ortografía en cada artíkulo??
Enga busca la palabra prohibida...
Gracias Rafaelis. Dice un proverbio popular que cada uno carga con su cruz, bueno, pues la mía ya sabéis cual es y, es que, "cuando uno es vurro, es vurro"...jeje
Me alegro de que te gustara el artículo.
Un saludo.
"el topillo campesino está asociado al hombre y a la agricultura castellana desde tiempos inmemoriales"... Y por lo que se vio, a la agricultura leonesa, también ;-)
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