El día 24 de diciembre es el solsticio de invierno, lo que quiere decir que ésta será la noche más larga del año y el día 25 de diciembre el día en el que el sol le comience a ganar la batalla a la luna, a sus tinieblas y a su noche. A partir de este momento la luz estará por encima de la oscuridad. Por ello, por el nacimiento del sol, la luz y el calor, civilizaciones tan dispares como la persa, la egipcia, la griega, la romana, la azteca, la chechua o la hindú situaban el nacimiento de sus principales deidades en éstas fechas del año.
Que el día 24 y 25 de diciembre se celebre el nacimiento de Jesucristo y por tanto, la más importante de cuantas fiestas posé la cristiandad tampoco es gratuito.
Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre los historiadores para establecer la fecha exacta del nacimiento del Mesías, la Iglesia tomó el 25 de diciembre como tal por el significado que aquel día tenia para las gentes de aquellas épocas remotas, en los primeros siglos después de la muerte de Jesucristo. Así la Iglesia alimentó la relación simbólica entre Dios y el sol e hizo, en su afán cristianizador, que los hombres que en éste día veneraran al sol también lo hiciera indirectamente a el dios de los cristianos. Esto que se propuso la Iglesia caló entre aquella gentes y como tal ha llegado hasta nuestros días.
Pero la capacidad absorbente del Cristianismo “para con” las fiestas paganas no acaba aquí, el árbol de navidad es otro claro ejemplo de éste plagio espiritual.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD
Los pueblos celtas y germanos identificaban en los árboles, especialmente en el roble, a alguna de sus más importantes deidades. Estos formidables seres vivos eran considerados como espíritus protectores y fecundos favorecedores de la vida. Su veneración estaba tan arraigada que el Cristianismo de los primeros siglos no tuvo otra opción que “absorber para sí” y adoptar aquel culto de inmediato. La Iglesia introdujo otro arbol de acuerdo con sus intereses como es el abeto, por su forma cónica y triangular, cuyos tres vértices representaban el mayor misterio del cristianismo: la Santísima Trinidad.
Aceptar este cambio no resultó muy complicado para los pueblos germanos ya que con ésta nueva adquisición se veían favorecidos por la protección de un nuevo dios. De ésta manera y progresivamente el árbol de navidad entró en nuestros hogares. Así, las primeras noticias de la colocación de abetos o pinos en el interior de las casas germanas se remontan al siglo XVII y provienen de la región de Alsacia, zona fronteriza entre Francia y Alemania.
A principios del siglo XIX el árbol de navidad se extendió por toda Inglaterra y a finales del mismo siglo ya era costumbre su colocación en las casas de prácticamente todo occidente: Norteamérica, Europa y Canadá. Es ya en el siglo XX y gracias al cine y a la televisión cuando esta costumbre se generaliza en gran parte de nuestro territorio, no sin pocas reticencias.
En muchas zonas de la geografía Española se celebran los “mayos”, fiesta en la que se engalana un vigoroso tronco de árbol como claro símbolo de la fertilidad natural. En nuestro país no pocas personas ven en ésta tradición un antecedente del árbol navideño.
5 comentarios:
Para finalizar la noche una visita a la Santa y a dormir con su ultimo artículo.
gracias tío, me complace saber que te duermes con mis artículos pero me alegraría más si no los pudieras leer porque estuvieras ocupado en "otras cosillas"...
A mi también
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