viernes, 19 de octubre de 2012

Ahora en mis manos



Título: Memorias de una vaca
 
Autor: Bernardo Atxaga
 
Páginas: 204

Editorial: SM

Precio: 8,20 euros 

Año de edición: 1992

lunes, 17 de septiembre de 2012

Gregorio Marañón

Aquí os dejo este excelente reportaje de Gregorio Marañón que he encontrado en otro magnífico blog como es "el devenir de la ciencia".


viernes, 17 de agosto de 2012

Apuntes de Genética Molecular (UB)

Aquí os dejo unos apuntes que he encontrado por "internete" sobre Genética Molecular. Me parece que están muy completos y muy bien explicados, seguro que alguien les saca partido ahora que se acerca Septiembre. Genética Molecular (UBarcelona)

miércoles, 4 de julio de 2012

Iglesia y prados de Tolibia de Abajo


El arroyo de las Tolibias parte en dos el pueblo miestras salpica el valle de prados verdes que en el estío recuerdan quehaceres de otros tiempos. Pueblo de paso que hace muchos siglos observaba a las tropas romanas en su peregrinar hacia tierras Astures a través del paso de Vegarada. Por San Isidro no es difícil escuchar una variante del romance "La Dama de Arintero" mientras las campanas de la iglesia llaman a misa. Iglesia en cuyo interior se encuentra una capilla del siglo XII con escudos de tres célebres apellidos del valle: Orejas, Getino y Canseco. Gentes duras que sobreviven tras las hoces y detrás del desarroyo y que allá por 1916 mandaron tallar el busto que se erije a un kilómetro del pueblo camino de Lugueros y que no es otro que el del maestro del pueblo, "Don Pedro García de Robles" como dirían aquellos muchachos que tras los mocos y los sabañones fraguaban un gran aprecio y admiración por este profesor de principios del siglo pasado.


Es aquí, en el fondo del tiempo, en el lateral de la civilización, sobre estos verdes prados, donde la nieve se convierte en vida y la conciencia aprendió a sestear sobre una manta de lana y un cesto de paja.

sábado, 23 de junio de 2012

Paseando por Gete


Hay una ruta a apenas 50 Km de león, llamada la ruta de la transhumancia o ruta del coto de gete muy recomendable, poco explotada, fácil de realizar y muy bonita. El otro día Laura y yo después de comer cojimos la cantimplora y los prismáticos y subimos a hacerla, os la recomiendo. Parte del extremo más meridional del pueblo y asciende por las faldas del pico Fontún, dejando la ribera del río Gete a nuestra izquierda hasta una pequeña cabaña o choza ganadera restaurada por el ayuntamiento de Cármenes para disfrute de los visitantes. Esta choza, similar al horreo de los ancares, constituía el único mobiliario del que contaban antiguamente los pastores cuando pasaban en estos valles junto con sus ovejas el estío. Personalmente conozco varias chozas de este tipo distribuidas por nuestra montaña pero ésta de Gete es sin duda una de las mejor conservadas.

Si miramos hacia atrás vemos por donde hemos ascendido. Lo llaman el bosque de Gete y no les falta razón


El camino es amplio y se abre paso entre vacas y espinos albares (Crataegus monogyna). Durante el ascenso es maravilloso escuchar al ya escaso cuco en la ribera del gete. Reconfortante es hacer una parada a la sombra de un expléndido fresno o un gran abedul (Betula alba), o del siempre embrujado Alnus glutinosa (Aliso) mientras en nuestros oidos entra el "ka" "ka" "ka..ka...ka" de nuestra Alectoris rufa. Pronto dejamos atrás la ribera, los madroños, el sonido contínuo del agua para adentrarnos en el praderío, aquí es donde comienda la caliza, las faldas del pico Fontún son territorio de escobas o retamas negras (Cytisus scoparius) y brezos (Calluna vulgaris). También distinguimos alguna Erica scoparia. Las margaritas, tanto blancas como amarillas salpican el valle junto con la Calendula officinalis y los botones de oro (G. Ranunculus). Así poco a poco y contemplando este maravilloso enclave natural llegamos a nuestro destino, la choza de la que hablamos antes. Si continuamos ascendiendo, en apenas 300 metros podremos contemplar Villamanín en el fondo del valle anexo.

 Herbácea del género Saxifraga sobre la roca caliza. Género muy habitual por estas latitudes


Ahora descender, deshacer el camino andado y disfrutar.



Un saludo



lunes, 18 de junio de 2012

El conejo no es un roedor

Al contrario de lo que la mayoría de la gente cree, el conejo no es un roedor (orden rodentia). No es un roedor aunque como éstos también roe (raya alimentos o cosas lentamente) para hecer que sus incisivos no crezcan sobremanera. Los incisivos del conejo pueden llegar a crecer 10 cm por año.

                                                                                    El conejo de monte: "Oryctolagus cuniculus"
 
El conejo pertenece al orden lagomorpha, por tanto es un lagomorfo y no un roedor. Para que queden patentes las diferencias entre ambos grupos aquí las dejo enumeradas:

1. Los lagomorfos tienen seis incisivos, tres pares. Poseen dos pares arriba, uno detrás del otro y un par abajo, mientras que los roedores tienen cuatro incisivos, un par arriba y otro par debajo.

2. Los lagomorfos hacen sus madrigueras a "ras" del suelo mientras que los roedores pueden habitar en cualquier lado, árboles, cañerías...

3. Los lagomorfos tienen cubiertas de pelo sus extremedidaes, rabo o patas mientras que los roedores las tienen desnudas.

4. La alimentación de los lagomorfos se basa en los vegetales, mientras que los roedores comen de  todo.

5. En los lagomorfos el escroto (bolsa que aloja a los testículos) está situado en una posición anterior al pene mientras que en los roedores y la mayoría de los mamíferos se posiciona por detrás del pene.

6. Los lagomorfos poseen orejas muy grandes porque funcionan como principal órgano termoregulador mientras que en los roedores no encontramos orejas proporcionalmente tan desmesuradas.

7. El labio superior o belfo superior de los lagomorfos está dividido en dos mientras que en los roedores no, o de forma meno pronunciada.

Un saludo

martes, 8 de mayo de 2012

El imperativo territorial de Robert Ardrey

Texto de Ernesto Milá:

Robert Ardrey define el imperativo territorial como el impulso que lleva a todo ser viviente a conquistar y defender su propiedad contra eventuales violaciones realizadas por miembros de su especie. El territorio satisface la necesidad de identificación que todos los seres biológicos experimentan. Cada grupo de una especie, y cada individuo dentro de ese grupo, tienden a identificarse con una parcela territorial mayor que ellos y en donde su presencia sea más duradera. Los seres humanos somos “animales territoriales”, a los que el instinto de supervivencia nos impulsa a “poseer” un territorio (hogar, Nación, espacio físico vacío en torno nuestro al movernos) que podamos considerar inequívocamente como “nuestro”. Residimos y nos gusta poseer en propiedad un Hogar en el que vivir, que consideramos como territorio específicamente propio e, incluso, dentro de él, tenemos zonas en las que nos sentimos más cómodos y objetos que nos desagrada ver utilizados por otros, un sillón, un lecho, una habitación, la propia cocina, etc.
Si un delincuente irrumpe en nuestro hogar, sin duda, estaremos dispuestos a defenderlo con uñas y dientes y, la misma legislación, considerará un eximente, haber acabado con alguien que pretendiera saquear nuestro hogar. El cocinero reacciona de forma airada y hostil cuando otra persona se introduce en su espacio de trabajo. Así mismo, tenemos unos territorios colectivos (la Nación, la Región) que nos proporcionan distintos niveles de identidad, que los consideramos “nuestro” y que, así mismo, estamos dispuestos a defender. Este “instinto territorial”, como cualquier otro instinto, es irracional, pero, no por ello, menos real, normal e inevitable. Ardrey concluye: «El hombre posee un instinto territorial, y si defendemos nuestro hogar y nuestra patria es por razones biológicas; no porque decidamos hacerlo, sino porque debemos hacerlo». Más adelante prosigue: «El lugar desempeña un papel en la identificación: piénsese en el sudista borracho que llora su whisky con acentos de Dixie, en el perro que vuelve a la casa de la que le ha echado su amo, en el salmón del Pacífico que regresa, tras pasar años en el mar, al arroyo donde nació, e incluso en Leonardo tomando el nombre de su ciudad natal: Vinci». El territorio es la zona en la que se desarrolla la vida y en donde se encuentran los elementos propios para la supervivencia; en su interior se ejerce el instinto de la reproducción. La tendencia innata de los animales a defender un área determinada que consideran propia, individualmente o de la manada, se pone en marcha, particularmente, contra miembros de la propia especie. Los territorios se defienden mediante pautas de conducta específicas: el perro “marca” su territorio orinando, mientras el ser humano coloca fronteras que delimitan su comunidad nacional, o bien paredes y puertas para marcar su territorio íntimo. Dentro de esos espacios, tanto el animal como el ser humano, se sienten seguros, conocen sus límites y esto les indica dónde empiezan sus dominios y el de sus vecinos. El instinto territorial indica el límite de lo colectivo (el grupo, la manada, la nación) y de lo personal o familiar, describiendo relaciones jerárquicas más o menos complejas.La territorialidad es una parte innata de la conducta animal. Toda las especie mantienen territorios fijos y espacios individuales; todas las especies establecen límites para acceder a esos espacios; todas las especies, finalmente, establecen límites, exclusiones o admisiones en los territorios de su propiedad. En la naturaleza, el “derecho de admisión” está siempre reservado. Y, por lo mismo, el patriotismo o el nacionalismo se interpretan como la expresión humana del instinto territorial de todo animal y la desconfianza al extranjero, al que no es como nosotros, es una tendencia natural que podrá ser atenuada, pero que jamás desaparecerá del todo, en tanto que instinto innato incrustado en nuestros genes. Robert Ardrey escribe: “Este lugar es mío, soy de aquí, dice el albatros, el mono, el pez luna verde, el español, el gran buho, el lobo, el veneciano, el perro de las praderas, el picón de tres espinas, el escocés, el skua, el hombre de La Crosse (Wisconsin), el alsaciano, el chorlito anillado, el argentino, el pez globo, el salmón de las Rocosas, el parisino. Soy de aquí, que se diferencia y es superior a todos los otros lugares en la Tierra, y comparto la identidad de este lugar, de modo que yo también soy diferente y superior. Y esto es algo que no me puede quitar nadie, a pesar de todos los sufrimientos que pueda padecer o a donde pueda ir o donde pueda morir. Perteneceré siempre y únicamente a este lugar". La territorialidad humana es de la misma naturaleza que la animal, aunque, por la complejidad de las sociedades humanas, la territorialidad humana tenga un desarrollo más sofisticado. Es inevitable -repetimos, genéticamente inevitable- que el instinto territorial y sus cristalizaciones político-sociales entre los humanos, reaparezcan una y otra vez, obstinándose en desmentir las más osadas afirmaciones de los aventureros progresistas del intelecto. Es evidente que los animales no son “imperialistas” y que, incluso, algunas especies evocan los deseos del ministro Bono (“prefiero morir a matar”); los ratones nórdicos, por ejemplo, cuando no encuentran alimento, se suicidan en masa. Pero se trata de excepciones. El imperialismo humano apenas es otra cosa que una patología de civilizaciones modernas, que aparece cuando los elementos económicos y la noción de beneficio, se convierten en dominantes. La noción de “Imperio” –opuesta a “imperialismo”- es cultural: un pueblo dotado de una misión y de un destino aspira a englobar en él a otros pueblos, a transmitirles su estilo de vida, que consideran superior; el Imperio Romano evidencia estas características como ningún otro. Sus legiones caminaban al paso con la civilización. Por lo demás, en aquellos tiempos, también existió el caso excepcional de comunidades que, acosadas por púnicos o latinos, prefirieron el suicidio a la rendición. El instinto territorial era tan fuerte y estaba arraigado que la posibilidad de ser alejado del propio marco geográfico generaba un terror superior a la muerte. La muerte heroica no podía hacer olvidar la cuestión de fondo: perdida la tierra que nos vio nacer, mejor morir. ¿Y la libertad? La posibilidad de ser privado de ella, implica el estímulo del deseo de revuelta, hijo directo de la agresividad; cuando la revuelta, desde el punto de vista objetivo, resultaba imposible y conducía a una muerte inevitable, el sentimiento de agresión que, hasta entonces se había ejercido hacia el enemigo, se volvía contra uno mismo; por eso los habitantes de Numancia y Sagunto, o los zelotes de Massada, se suicidaron antes que rendirse. Por otra parte, da la sensación de que el instinto de conservación y de supervivencia, cuando se alcanzan situaciones límites, conducen a dos tipos de respuestas: la muerte heroica (la agresividad volcada hacia el adversario, fatalmente y sin posibilidad cierta de sobrevivir) y el suicidio (la agresividad volcada hacia uno mismo), cuando la intensidad del temor a la muerte es inferior al temor a la esclavitud, el sufrimiento, la tortura, la cárcel o el exilio. Existen motivos que inducen a seres humanos a abandonar su territorialidad e inmigrar a otros territorios, tendencia que es presentada por los hostiles a la etología como indicativos de que el esquema, cierto en las especies animales, no puede aplicarse a los humanos. Pero, en estos casos también se reconstruye el proceso pues, no en vano, los inmigrantes tienden a agruparse en barrios y zonas específicas que, progresivamente, consideran como propias, se niegan a abandonar sus tradiciones seculares que les recuerdan a su tierra natal e, incluso, refuerzas sus vínculos identitarios. La “moriña”, la añoranza de la tierra natal entre gente que, por causas económico-sociales se han visto obligadas a inmigrar, es un último reflejo –de singular fuerza, por lo demás- que indica que el instinto territorial está siempre presente. En tiempos en los que las sociedades eran menos complejas, una de las máximas penas a las que podía ser condenado un reo era al “exilio”, es decir al abandono forzoso de la tierra que le vio nacer; era como si una parte del alma del condenado se perdiera. La historia, lo único que ha hecho ha sido reforzar la complejidad de las sociedades humanas, pero no alterar las pautas innatas de comportamiento. Robert Ardrey es, sin duda, quien ha trabajado más el tema del instinto de territorialidad como elemento básico de las motivaciones del comportamiento. Ardrey se apoya en los trabajos que Elliot Howard, realizó en los “felices veinte” sobre las aves. Ardrey concluyó en su trabajo sobre el “Instinto territorial” que el hombre delimita fronteras y límites de propiedad, como evolución del instinto de los animales y de los métodos que utilizan para demarcar sus propiedades. Una alambrada, un cartel de “Aduana”, una barrera, delimitan una frontera, al igual que una puerta y unas paredes albergan el contenido de una “propiedad privada”, así el ser humano, evita conflictos innecesarios y el hecho de que “su espacio” pase inadvertido ante eventuales intrusos. Ese mismo comportamiento está presente en todas las especies animales. Los animales utilizan distintos procedimientos para marcar su territorio: las aves realizan advertencias sonoras, cantando en lugares bien visibles, el rugido del león se escucha a kilómetros de distancia anunciando su presencia y el dominio sobre su territorio; otras especies utilizan métodos olfativos y marcan su territorio son secreciones corporales, como la gacela Thomson, el venado rojo de Escocia, la hiena, diversas clases de antílopes, el león y nuestro habitual y consabido perro doméstico. Existen aves de plumaje endiabladamente cromático que se sitúan en los lugares más visibles de un territorio para indicar que es “suyo”. En general, las especies animales tienden a eliminar la ambigüedad en los procesos de reconocimiento de sus fronteras. Pues bien, a eso mismo, tiende el derecho internacional. Las fronteras humanas, al igual que las establecidas por las especies animales, no son estáticas. Por el contrario, están sometidas a constantes procesos de modificación, por ejemplo, cuando una comunidad animal crece, precisa, inevitablemente, un mayor espacio territorial o si un fenómeno climático, acarrea una modificación en las condiciones del medio en el que se desenvuelve una especie concreta, esto repercute inmediatamente en el territorio que “precisa” controlar. Tanto el establecimiento de fronteras, como su defensa o ampliación, adquiere, entre las especies animales como entre las humanas, la dimensión de un conflicto. Las especies animales saben que contra más pequeño es un territorio a defender, con más ahínco se realiza y existen más posibilidades de éxito; por el contrario, si este espacio es extremadamente dilatado, sus posibilidades de defensa disminuyen. Análogamente, la historia de la humanidad demuestra que los grandes imperios son extremadamente vulnerables. Así lo entendió Julio César, genial caudillo militar y político extremadamente hábil, quien entendió que la dimensión geopolítica del Imperio Romano era el estanque mediterráneo y renunció a extenderse por los bosques de Germania. Por el contrario, Alejandro Magno, glorioso militar, carecía de visión geopolítica y no dudó, de victoria en victoria, en dilatar excesivamente las líneas de su imperio, abandonando sus límites geopolíticos, y, por tanto, condenando su construcción a un final rápido. Pocos años después de la muerte del Alejandro, su Imperio se había desaparecido completamente. Otro tanto ocurrió con Atila o con Gengis-Khan y, seguramente, con George W. Bush, líderes todos de imperios que han dilatado excepcionalmente su área de influencia, condenándose, por lo mismo, a un rápido desbordamiento. El propio territorio no se defiende con el mismo valor y arrojo que el territorio que se aspira a ocupar. Los marines americanos en Vietnam no entendían las razones de su presencia en el Sudeste Asiático, sin embargo, las Juventudes Hitlerianas respondieron en su territorio de manera fanática e insensata a los tanques soviéticos y norteamericanos cuando cruzaron el Rhin y el Oder. Los humanos no son los únicos que reconocen que han sido vencidos. De hecho, en la mayoría de especies animales existen rituales de pacificación, especialmente en aquellos que actúan en los que actúan aislados. En esos casos, el individuo vencido no huye sino que adopta un comportamiento que evidencia su derrota y sumisión. Habitualmente, el vencido expone parte vulnerables de su cuerpo, a la vista del adversario, o bien, si es macho, adopta el comportamiento de una hembra. Entre los primates, el macho vencido se deja montar por el dominante, imitando la cópula, evidenciando su derrota. Individuos de otras especies, cuando experimentan la sensación de la derrota, muestran su trasero al macho dominante en señal de derrota. En el fondo, entre los humanos vencidos, el comportamiento no es distinto. En caso de derrota se firma un tratado de paz que deja humillado e indefenso al vencido (tratado de Versalles, tenido como paradigma de un tratado vengativo, o Proceso de Nuremberg, proceso contra Saddam Hussein, Causa General tras la Guerra Civil Española, verdaderos rituales de victoria que subrayan las culpas del vencido). Existe otra analogía entre las especies animales y la humanidad civilizada. Los “jefes” ocupan siempre el lugar más seguro y los territorios menos expuestos, por el contrario, los que ocupan los lugares más bajos de la jerarquía están situados en las zonas más expuestas al enemigo. El bunker de la Cancillería de Berlín, estaba al abrigo de cualquier ataque aéreo o artillero; el refugio antiatómico en el que serían alojados los miembros del gobierno norteamericano en caso de ataque atómico, es, simplemente, inaccesible; sin embargo, los soldados del frente del Este, los pilos de caza nocturnos, los miembros de la Volkstrum, estaban expuestos a sufrir las mayores bajas en los combates en defensa del territorio alemán ante los tanques rusos. Y es que siempre, en todas las especies biológicas, los machos poseen una parcela cuya seguridad es inversamente proporcional a la distancia del centro del área en que vive el rebaño. El macho más fuerte –el líder- ocupa el territorio central y los demás se distribuyen en los alrededores. Contra más cerca se está del centro del territorio de una especie, más seguro se está, pero, así mismo, ese centro es defendido con más dureza. Al contrario, los territorios más distantes de ese centro –la periferia- se defienden con menos encarnizamiento. La tenacidad en la defensa de un territorio aumenta a medida que nos aproximamos a su centro y disminuye en la periferia. El instinto territorial entre los humanos cristaliza en las ideas de patriotismo (apego a la “tierra de los padres”, ya sea una nación, un Estado o un territorio), nacionalismo (sobrevaloración de la propia nación en detrimento de las demás), el arraigo (apego del individuo a su patria chica, patria carnal o tierra natal), la identidad (conjunto de rasgos antropológicos y culturales de una comunidad concreta, verdadera conciencia territorial), la topofilia (sentimiento extremo de identidad con la tierra natal) y la geopiedad (lazo existente entre los habitantes de un territorio y la naturaleza).La especialización de las actividades humanas hace que cuando se trata de la defensa colectiva de una nación o de una comunidad, la tarea haya sido encomendada a una “organización” específica, las fuerzas armadas. En esta estructura se encuadran los “guerreros” de otro tiempo, es decir, aquellos individuos mejor adaptados, física y mentalmente para esta tarea y encarnación de la necesidad de defensa de toda la Nación. A ellos les compete la defensa de la comunidad. La defensa de cada uno de nosotros. Negar la necesidad de las FFAA implica negar la posibilidad de defensa de la comunidad que, a la postre, no es otra cosa que la negación de un instinto básico de la naturaleza humana. En consecuencia, un puro sinsentido. A fin de cuentas, la tarea de los etólogos ha consistido en cortar de raíz las especulaciones progresistas que habían creado un sistema de valores y una visión de la sociedad que era, justamente, la negación de nuestra naturaleza más profunda. Los lobos sueles ser ecuánimes, distan mucho de ser esos asesinos despiadados de ganado con que han sido pintados desde los cuentos infantiles; los lobos pueden perdonar al adversario vencido, pero jamás veremos un lobo pacifista, ni una hormiga dispuesta a dialogar con la “cultura” de los insectos rivales. Se conocen casos de delfines que han ayudado a sobrevivir a náufragos, aun a costa de su vida y es posible que ustedes, como yo, conozcan casos de perros que han evitado que sus dueños fueran expoliados por delincuentes. Castre a una especie de su instinto territorial o de su agresividad, y esa especie sucumbirá en esa misma generación. Forme generaciones de pacifistas, eluda hablar del combate y de la muerte, como posibilidad de lo humano, y lo que logrará, finalmente, es una comunidad que se derrumbará ante la primera dificultad. Se pueden reconducir, encuadrar e integrar la agresividad y el instinto territorial, pero jamás logrará desaparecer del todo. Cuando un ministro de defensa como José Bono afirma con una seriedad pasmosa que prefiere morir a matar, simplemente está engañando en el mejor de los casos (Bono siempre ha sido un fino estilista en el arte de la demagogia y el populismo) o, en el peor, es un rematado ignorante de la naturaleza humana. Pues bien, esto que parece extremadamente simple, demostrado por la etología, es negado por aquellos “humanistas” sobre la base de pensadores románticos, utopistas de todos los pelajes y soñadores que, por no conocer, ni siquiera conocen su propia naturaleza. Ilusos y babosillos cuyo orgullo intelectual les impide recordar que también en nosotros los humanos, existe un sustrato biológico que condiciona nuestra existencia.Las doctrinas progres, negadoras de la evidenciaEl marxismo, antes de entrar directamente en el basurero de la historia, percibió claramente que la etología y la biología clásica y la molecular, apuntaban directamente contra la línea de flotación de su doctrina. Hoy sabemos que los hombres no nacen “iguales” (aunque lo sean en derechos, no lo son biológica, física e intelectualmente). Hoy sabemos que la educación puede corregir tendencias, pero no abolir instintos. Hoy sabemos que el nacionalismo y el apego a la tierra natal, jamás lograrán ser sustituidos definitivamente por un vago internacionalismo o un “comunismo” primitivo que jamás existió. Sabemos también que la “lucha de clases”, cuando se da, no es sino la traslación de una forma de conflicto intragrupal, expresión del instinto de agresividad y de supervivencia de un grupo social concreto que aspira a conquistar el estatus del otro grupo. Negar la naturaleza biológica del ser humano y el peso de sus instintos en su ecuación personal, llega a monstruosidades como el GULAG soviético. Las ideas de los etólogos son, sencillamente, peligrosas para los teóricos del “humanismo progresista” actual, como ayer lograron desarmar ideológicamente al marxismo y convertir sus farragosas teorías en bromas pesadas. Pero esto no ha sido óbice para que el progresismo moderno siga siendo aplicado sistemáticamente en el Primer Mundo. Este pensamiento es dogmático (sus principios son presentados como inamovibles e indiscutibles, someternos a juicio equivale a hacerse sospechoso y culpable de delito intelectual) e intelectual (no se basa en principios científicos sólidos, sino en especulaciones y originalidades propias de charlatanes). Sus dogmas básicos son:1) Todos los hombres somos iguales (habría que matizar: iguales en derechos, no en capacidades; incluso habría que revisar esta idea: los derechos deberían de estar –como, de hecho, estuvieron- establecidos en función de las responsabilidades y de los esfuerzos; la idea de igualdad no existe en la naturaleza; en metafísica, por lo demás, desde Aristóteles se sabe que cuando nos individuos son exactamente iguales, no estamos ante dos individuos sino ante uno mismo). 2) Las pautas de comportamiento y el carácter son fruto de la educación (lo cual no explica el por qué los psicótapas siguen siéndolo después de años de intentar modificar sus pautas de comportamiento y por que, jóvenes con la misma educación, edad y nivel cultural, responden de manera completamente diferente a los mismos estímulos).
3) La agresividad es producto de la "represión" (teoría que vale para algunas formas de agresividad y para algunos tipos humanos particulares; de hecho, la observación de la realidad indica que, en el mundo moderno, la disminución de represiones, tiene como contrapartida el aumento de las formas más patológicas de agresividad).
4) El progreso es la tendencia natural de la historia (olvidando que la historia de la humanidad evidencia que los movimientos de ascenso y descenso se han ido alternando en distintos momentos de la historia y que la creencia en el progreso general e indefinido de la humanidad es, acaso, el mito más difícil de demostrar).
5) las diferencias entre pueblos o razas son culturales, no biológicas (se absolutiza el papel de la cultura y se considera a la biología como un engorro que, en el fondo, puede ser superado mediante lavados de cerebro culturales; por tanto se niegan las diferencias antropológicas entre los pueblos, sus predisposiciones naturales, sus intereses y sus capacidades, se niega, en definitiva, su herencia biológica). ++
6) La economía es el único factor de la Historia (cuando la economía ha influido en la historia, no ha sido más que un instrumento del instinto de supervivencia y cuando, interaccionando con el instinto territorial y la agresividad, han motivado los grandes movimientos históricos).
Los desarrollos de la etología, según Benoist, sirvieron para desarmar ideológicamente al marxismo y al pensamiento rouseauniano. Dice Benoist: “La propiedad privada no es el resultado de la división del trabajo (como pretendía Rousseau), ni de una "contradicción" en la relación de las fuerzas productivas (como pretendía Marx). Simplemente es, como todos los fenómenos de posesión, una institución natural cuyo origen se pierde en los meandros de una herencia prehumana”. Las filosofías de Rousseau, de Marx o de Freud están ampliamente superadas por los descubrimientos de la antropología y la etología contemporáneas: “¿cómo podía Marx, en su época, saber que la propiedad está marcada por centenares de millones de años de evolución? ¿Cómo podía imaginar Freud que la jerarquía es una institución común a todas las sociedades animales, y que la tendencia a domar a sus congéneres, a devenir un "alfa", es un instinto tan vital como (él también) arcaico, de centenares de millones de años? Rousseau, ¿podía imaginar que el australopitecus africanus, del cual sin duda descendemos, era un carnívoro, un matador, y no un ser "bueno por naturaleza al que la sociedad corrompe"?”. Gracias a las aportaciones de la etología es posible emprender, de ahora en adelante, una crítica radical a las filosofías basadas en el pensamiento de Rousseau. El hombre no es "bueno por naturaleza". En su nacimiento, no es ni "libre", ni "igual" ni nada de lo que de ello sigue. Profundizando en esta crítica, aun podemos sustituir las palabras de orden equívoco de "retorno a la naturaleza" por las de un "retorno a la cultura". La naturaleza, dicen los filósofos de la vida, nos enseña lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser. Y lo que somos está demasiado claro a la luz de la etología científica como para que podamos negarlo: somos seres territoriales, estamos en la escala evolutiva en la que estamos gracias a que las armas nos ayudaron a sobrevivir en medios hostiles, descendemos de cazadores- guerreros, tenemos en nuestros circuitos biológicos un impulso agresivo modulado por la racionalidad.

lunes, 26 de marzo de 2012

miércoles, 21 de marzo de 2012

jueves, 8 de marzo de 2012

What's happened??

Cuando cabalgas por el fondo del más absoluto de los fracasos, personal y social, cualquier asidero es bueno para detener el declive, aún a sabiendas que dicho asidero te abrirá la puerta a la más delirante mediocridad. Cuando los posos de la desidia y la dejadez adulteran el agua clara y cristalina quizás sea el momento de dejarlo todo, de comenzar de nuevo, de enmendar acciones pasadas que no han hecho sino indicarnos el camino de la insatisfacción. Cuando tu historia reciente no es sino un cúmulo de errores y los sueños que de niño elucubrabas se han convertido en quimeras inalcanzables, es obvio que tu incapacidad para afrontar responsabilidades se ha convertido en el detonante de tu desafortunado deambular por el mundo.

lunes, 5 de marzo de 2012

La rana Goliat

Conraua goliath es el anuro más grande del mundo, o lo que es lo mismo, es la mayor rana del mundo.

Esta super rana es originaria de Camerún y de Guinea Ecuatorial, llega a maedir más de 30 cm desde el hocico hasta la cloaca y puede saltar 3 metros con una sola impulsión, lo que no es poco teniendo en cuenta que hay ejemplares de 3 Kg de peso.



viernes, 2 de marzo de 2012

El dragón de Komodo

La familia de los Varánidos tiene una distribución muy amplia por toda África, Asia y Oceanía. Así, existen algunas especies que se encuentran aisladas en pequeños archipiélagos, como consecuencia a través de los años han ido evolucionando hacia el gigantismo. El ejemplo más notable de este hecho es la especie Varanus komodiensis que habita en la isla de Komodo y es el representante más grande de su género, siendo el más largo el Varanus giganteus que puede superar los cuatro metros de longitud. Los representantes más pequeños del género son el Varanus brevicauda y el Varanus storri cuyo tamaño máximo no supera las 25 cm.


Varanus komodiensis
, más conocido como "dragón de Komodo" puede alcanzar los 4 metros de longitud y pesar más de 160 Kg de peso. Los pobladores de las islas donde habitan estos lagartos los temen debido a su poderosa mordedura y es que el mordisco de estos saurios es venenoso y sus dientes portan tan cantidad de bacterias que la infección está asegurada. Si tras la mordedura no acudes rápidamente a un centro de salud, algo inprovable en estos lugares, puedes morir en pocas horas.

Distribución del dragón de Komodo

Dicho todo ésto, los dragones de Komodo no son tan fieros como les pintan, ya que si se han producido ataques y víctimas en los últimos años se debe al acoso que están sufriendo estos reptiles en sus propias islas. La deforestación y la caza indiscriminada esta dejando sin cobijo y alimento a los últimos dragones. Por todo ésto los nativos, para palear la amenaza de los reptiles les ofrecían cabras pero grupos de "ecologistas" extranjeros presionaron hasta prohibir este sacrificio. Entonces los dragones empezaron a buscar cualquier otra presa para paliar su hambre, incluido a los humanos.

Los dragones siempre fueron seres malignos para los países europeos y benefactores a la vez que protectores para los asiáticos, de forma muy especial para los chinos, de ahí que este año 2012 sea el año del dragón. Los verdaderos dragones, por los que nacen las historias medievales desaparecen olvidados por nuestras autoridades mientras que los dragones económicos los relegan al olvido y la leyenda. Que sirvan estas líneas para recordar que los dragones sí existen, al emnos por ahora.

viernes, 17 de febrero de 2012

martes, 17 de enero de 2012

La belleza....1ª Parte

Dice la RAE que la belleza es la propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas.
Según la RAE también, cosa es
todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta.

Las personas todavía no nos hemos puesto de acuerdo a la hora de definir la belleza, quizás porque la belleza no se puede definir. La belleza es una cualidad, un concepto, un sentimiento, la belleza es relativa, no hay un criterio universal para expresarla, para definirla, a pesar de que existen aproximaciones. Son muchos lo que consideran que la belleza es aquello que resulta agradable a los sentidos y que por consiguiente causa placer, pero no todo o que causa placer tiene porque ser bello.

Lo que está claro es que para cada individuo, para cada grupo social, para cada etnia, para cada época, existe y ha existido un modo particular y diferente de exteriorizar la belleza. Los exuberantes culos de las mujeres Hotentones, las mujeres con cuellos de jirafa, los pequeños pies atrofiados de las chinas, las mutaciones nasales, auriculares y labiales de algunas tribus africanas o americanas, las cabezas cuadradas de ciertas esculturas de Etiopía han sido y son considerados modelos de belleza para ciertos grupos de personas y en determinadas épocas históricas......

Mañana más....

miércoles, 11 de enero de 2012

Un cubo negro

Estamos hablando de un cubo, no de un cuadrado con encefalograma plano. Es un cubo negro, en el medio del universo rodeado por sus 16 aristas de un infinito espantoso. El cubo da vueltas sin rumbo ni eje, flota en el medio de la nada hacia ninguna parte lleno de aire puro y luz. El cubo pasa delante del sol a menudo, pero no se siente iluminado, pasa desapercibido, absorbe los rayos sin reflejarlos como quien come una sardina tragándose hasta la última de sus espinas. El calor que el sol desprende no tiene cabida en el interior del cubo, este calor que para otros es imprescindible pasa por las caras del cubo indiferente.

Es posible que el cubo no descienda jamás a la tierra, su fuerza cetrífuga en vez de atraerle lo desplaza lejos de su atmósfera, parece una advertencia, la tierra le oboga a huir a sabiendas que en ella no encontrará el cobijo que el cubo busca. Sin destino conocido e invisible a nuestros ojos el cubo levita y con él sus ocho esquinas, duras y tersas como el pene de un adolescente. Esquinas abocadas a curvarse ante la inmensidad del tiempo y el roce inapreciable de las partículas estelares.

Si bien es cierto el cubo tiene una valía interior sorprendente y que todavía no voy a desvelar. El cubo es necesario para que todo tome sentido. Ahora se encuentra sobre las inmensas llanuras de Mongolia impasible sobre las cabezas de los satán, esa tribu arcaica que habla con los caballos. El cubo no observa, no juzga y jamás se detiene, como mucho se cierne cuan elanio sobre nuestras cabezas cuando el aire nepalí golpea una de sus aristas y voltea sobre sí mismo, pero siempre con una precisión y belleza funambulista. Es bello y perfecto, preciso como las matemáticas y trasparente como la inteligencia, inobservable e impasible, ligero y nómada como nuestras almas.

Podría decir que de pequeño me contaron un cuento que versaba sobre un cubo, pero estaría mintiendo, así que prefiero faltar a la verdad diciendo que tengo un amigo que ya no es tal, que de pequeño me dijo que su abuelo, fallecido ya de aquella le contó un cuento sobre un cubo negro que atrapaba las almas de todos aquellos cuantos morían en la tierra sin haber realizado sus sueños realidad. Introducía dentro de sí almas frustradas e infelices, incapaces de vivir la vida que ellos soñaron un día desde sus almohadas, cuando la infancia nos ahoga con su impaciencia. La historia que os voy a contar trata de un cubo que quiso ser esfera y rodar cuesta abajo, rápido y veloz, seguro de su fuerza.

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