jueves, 27 de junio de 2013

Picos de Europa desde Cordiñanes

Cordiñanes es un pequeño pueblo al norte de la provincia de León que sin duda tiene más vacas que habitantes. Entablado en el valle de Valdeón está a escasos kilómetros de la más conocida ruta del Cares. En este bonito pueblo, atalaya desde la que el mirador del Tombo divide a picos en dos imponentes macizos comenzamos la ascensión a Collado Jermoso.


Tras dejar el coche a la entrada del pueblo, en una fuente a la derecha de éste comenzamos la ascensión. Cruzamos el pueblo en apenas doscientos metros y un camino nos lleva diréctamente a una señal que nos indica por donde debemos continuar, no tiene pérdida.

Después de 10 minutos de subida constante por los prados del pueblo nos encontramos con la primera dificultad de la ruta, que no es otra que atravesar una pared caliza aparentemente infranqueable. A medida que nos acercamos a ésta nos damos cuenta que hay un pequeño camino escavado en la roca, peligroso por otro lado, así que con mucho cuidado y pegados a la roca lo flanqueamos rápidamente y siguiendo la senda nos adentramos en el bosque de Hayas que se abre antes de la vega de Asotín. La vega de Asotín en una inmensa pradería preciosa en la que una señal nos indica que debemos desviarnos a la izquierda para ascender al refugio más antiguo de Picos de Europa. Y así lo hacemos.


Aquí ya estamos a 1400 metros pero seguiremos subiendo hasta por encima de los 2000, donde se encuentra el refugio. Salvamos la siguiente dificultad hasta Collado Solano donde nos paramos a contemplar las bonitas vistas sobre el valle contiguo y la enormidad del macizo central para continuar a la derecha por el tramo que se conoce como "las traviesas de Congosto" donde nos deleitamos con las correrías de nuestra "Rupicapra rupicapra cantabrica". Apenas nos separaban 50 metros de uno de los animales que mas me han marcado en mi infancia, el rebeco. Esta "gamuza" es gregaria y conté hasta 11 ejemplares de los que cinco o seis eran ejemplares jóvenes, posíblemete sea su segundo verano por estas cumbres.

Al final de las traviesas de Congosto encontramos la que para nosotros sería la mayor dificultad hasta el refugio y es que nos encontramos con varios neveros de nieve más o menos dura que nos hizo plantearnos continuar. Al final decidimos intentarlo no sin antes armarnos de valor y es que sólo llevábamos zapatillas de montaña "Moncho" y yo, quienes fuimos por delante abriendo paso como pudimos. Esta zona sin botas o crampones es peligrosa, un pequeño traspiés pueden dar con tus huesos en el fondo de la canal 500 metros más abajo, osea, puede ser fatal.

Al final y con la inseparable compañía de la chova piquigualda conseguimos nuestro cometido, que no era otro que poder comer en Collado Jermoso. Nos costó un poco más de lo que pensábamos y tuvimos que valernos de algo más que de los piés para ascender pero al final mereció la pena. En el refugio nos prepararón unos macarrones a la boloñesa que se nos antojaron los más esquisitos de cuantos hemos probado nunca. La calidez del recibimiento, la conversación de la gente del refugio, esa cerveza a más de dos mil metros de altura y esa foto con los amigos no tienen precio.



Volveremos, sin duda.

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