jueves, 5 de febrero de 2009

MARIANO BARBACID Y LOS ONCOGENES…2º Parte

Como lo prometido es deuda, aquí está la segunda parte de la entrevista que los chicos de XL-Semanal realizaron hace unos días a Mariano Barbacid y que nosotros publicamos ayer en este "blog".

[...........] XL. ¿Qué le atrajo tanto de la oncología como para dedicar la vida a su estudio?
M.B. Como dicen los alpinistas: porque está ahí. Es decir, me atrajo más el reto que representa el desvelar sus orígenes y sus causas que la enfermedad per se.

XL. ¿De dónde surgió la vocación? ¿Le influyó alguien?
M.B. Fue por interés. Siempre me ha interesado conocer lo desconocido. De hecho, inicialmente me inclinaba más hacia la astrofísica, el big bang, el principio del universo, pero luego eso ya era muy complicado, la matemática, y me empecé a decantar por la química. De pequeño, todavía recuerdo, con 13 años, a una profesora, en cuarto de bachiller, que me regaló un librito que aún conservo, titulado Los acidonucleicos. Me sentí fascinado por la doble hélice, la replicación, la célula, la vida... La división celular es la vida, sin ella no existe.

XL. ¿Qué posición ocupa España en la investigación oncológica internacional?
M.B. Sería más sencillo hacer una estimación si consideráramos la investigación biológica y biomédica en su conjunto. Un estudio de esta naturaleza publicado en Nature hace unos años nos ponía en el puesto 17.

XL. Mejor que en los 60 cuando usted estudió...
M.B. Sí, en esos años aún éramos subdesarrollados, pero en la Facultad de Química ya había mucha gente. En la universidad viví mayo del 68, aunque a España llegó poco. Con Franco, todo eso era complicado.

XL. Para conseguir una beca en el NCI de EE.UU. debió de ser usted un empollón, ¿no?
M.B. [Se ríe] Bueno, yo fui allí ya doctorado y conseguí una de aquellas «becas de las bases».

XL. ¿De las bases?
M.B. Las becas Fullbright; las llamábamos así porque se decía que para España eran una compensación a cambio de las bases militares. Me dieron 7.000 dólares, más otros 600 que me suplementaba mi jefe, porque allí un apartamento ya costaba más de 200 dólares. No crea que vivía... Maryland, cerca de Washington, no es barato.

XL. ¿Ha fumado alguna vez?
M.B. No, nunca.

XL. ¿No le tentó de adolescente siquiera?
M.B. La verdad es que en aquella época, para ser hombre, había que fumar; era como un rito de iniciación a la pubertad. Con 12 años, un día compramos entre tres amigos una cajetilla y yo tuve la suerte de que me dio una tos tremenda [se ríe]. Me dije que aquello no era para mí, me sentó tan mal que... ¡vamos! Nunca he vuelto a ponerme un cigarrillo en la boca.

XL. ¿En alguna ocasión le ha tocado vivir la enfermedad de cerca? Parientes, amigos…
M.B. Afortunadamente, no. Eso no tiene nada que ver con mi vocación. A mí, primero, me interesó la biología y luego, al empezar a trabajar, el cáncer. No pude hacer mi tesis en ello porque en España nadie trabajaba en ese campo, así que elegí un laboratorio en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas que trabajaba con antibióticos, donde, gracias a mi tutor, David Vázquez, absorbí, me impregné del método científico, algo básico en mi carrera. El edificio estaba enfrente del NODO, que me gustaba porque veías los goles del fútbol en el cine, aunque primero te tragabas lo de Franco.

XL. Su padre era zapatero, una persona humilde y de Chamberí, ¿no?
M.B. Soy de los Cuatro Caminos. Nací en la calle Don Quijote, una muy pequeñita.

XL. ¿Recuerda sus años de colegio?
M.B. Hombre, soy mayor, pero alzhéimer no tengo [da una carcajada]. Mi escuela se llamaba Atenea. Hoy ya no existe. Eran unos chalecitos que tiraron para construir. Ahí estuve hasta ir a la universidad, pero, bueno, no me gusta entrar en cuestiones personales.

XL. Tiene fama de ser muy celoso en ese sentido...
M.B. Bueno, yo procuro nooo...

XL. ¿Nunca le han propuesto escribir su biografía?
M.B. No [se ríe], nosotros... Para empezar, no tendría tiempo y, además, no me gusta escribir. Eso, como dicen en EE.UU, es out of the question [`que no es discutible´]. Aparte de que, se lo digo totalmente en serio, mi biografía no le interesaría a nadie [se ríe].

XL. ¿Recibió de joven algún consejo, alguna directriz a la cual siga siendo fiel?
M.B. Más que consejos, aprendí de David Vázquez el rigor científico. Cuando fui a EE.UU., no sabía nada de cáncer. Me tuvieron que enseñar a crecer células, ni siquiera sabía eso. Pero tenía el método científico... Luego, entra la suerte, tus ideas y otros factores, pero si no llevas el método científico dentro es como ser futbolista y no saber chutar. Si le das bien, puedes llegar a ser buen profesional, pero no garantiza nada.

XL. Aprendió, entonces, todo lo que sabe de cáncer en EE.UU. ¿Aún le cuesta traducir algunos términos?
M.B. Sí, sí, me sigue pasando. He conseguido después de muchos años hablar mal dos idiomas. Aquí, de hecho, hablamos en inglés. El CNIO es bilingüe. Con mis chavales –bueno, que son ya doctorandos o doctores– hablo en inglés. ¡Hombre!, para preguntarles por las Navidades no, pero para trabajar, casi siempre. Además de que tenemos investigadores extranjeros.

XL. ¿Qué hace en su vida diaria, además de luchar contra el cáncer?
M.B. Me gusta la jardinería. Cuando me fui de Madrid, vivía en un piso pequeño. En EE.UU., pasado un tiempo, me compré una casa con jardín. Le cogí afición y todo lo de jardinería lo aprendí en inglés. Ahora, también tengo casa con jardín y todos los términos los digo en inglés. ¡Hombre!, no digo `tomatoe´ en lugar de `tomate´ [se ríe], pero azada, carretilla, todo eso, en inglés.

XL. ¿Cómo influyen en sus hábitos, y los de familiares y conocidos, sus conocimientos sobre el cáncer?
M.B. Procuro convencerlos de que no fumen y se protejan del sol, como al resto de la gente. Nada especial.

XL. ¿Hubiera servido usted para médico?
M.B. A mí la medicina, noo... Me gusta experimentar; ver el porqué de las cosas. Me gusta saber de ello, porque trabajo para curar cáncer humano, no de ratones, aunque para entender qué es no necesitas pensar en el paciente. Sobre todo, si estudias, como yo, la parte temprana del cáncer. La mayoría, los que conocemos mejor, tardan 30 años en ocurrir. Si aparece a los 70, significa que la mutación ocurrió a los 40. Con nuestros experimentos intentamos ver esos primeros instantes. En el ratón podemos marcar células donde activamos un oncogén y a los siete días vemos que esa célula ya son dos o cuatro. Es el principio, el big bang.

XL. Dice el Nobel Harald Zur Hausen que la carne de vaca poco hecha es un factor de riesgo...
M.B. Dudo que el doctor Zur Hausen haya dicho eso, al menos en este contexto. De hecho, lo contrario sería más probable, ya que la carne demasiado hecha puede contener sustancias cancerígenas. De todos modos, que nadie deje de comer la carne como más le guste porque el riesgo, de haberlo, sería mínimo. Se dice que la carne de vaca es mala por las grasas animales y que hay una cierta correlación entre éstas y el cáncer de mama, pero no está demostrada experimentalmente causa-efecto.

XL. Desde que regresó a España para dirigir el CNIO, ¿ha cumplido sus expectativas?
M.B. En muy pocos años tenemos un centro que, por publicaciones del más alto nivel, ya está el sexto en el mundo. En productividad científica estamos al nivel del Cold Spring Harbor Laboratory o el Salk Institute, dos referencias mundiales. Es como para estar satisfecho.

XL. ¿Alguna frustración por el camino?
M.B. También. El periodo 2000-2002, en el que el proyecto estuvo a punto de irse a pique. Pero eso ya es historia.

XL. Diez años en la investigación contra el cáncer, sin embargo, parece que es poco tiempo. ¿Cuál es la clave del éxito?
M.B. Sí, no es mucho tiempo, pero hemos tenido muchas facilidades, algo poco habitual en España. Las tres claves de nuestro éxito son: no somos funcionarios, nos autogestionamos y tenemos unos niveles de financiación aceptables. Y siempre da más satisfacción haberlo empezado tú que integrarte en otro lugar.

XL. ¿Se pellizca de vez en cuando para creérselo?
M.B. ¡Hombre!, en ciencia, lo mismo que en seis años no paras de subir, puedes caer en picado en menos tiempo. Seguimos en busca de buenos investigadores, desarrollando todas las investigaciones que podemos. En oncología hay mucho por hacer, ¡imagínese!

XL. Usted, que conoce otros modelos de investigación, ¿en qué podría mejorar España?
M.B. Cualquier sistema basado en la meritocracia funcionaría mucho mejor que el que tenemos.

XL. ¿Cuál es la mayor dificultad a la hora de investigar el cáncer?
M.B. Justamente, la gran variedad de tumores y, después, la gran diversidad que presenta cada uno. No podemos hablar de cáncer en singular; son muchas enfermedades tumorales y sólo las venceremos una a una.

XL. Para terminar. ¿Cómo surge el Proyecto del Genoma del Cáncer y cuál es su principal objetivo?
M.B. Es una extensión lógica del Proyecto del Genoma Humano. Su principal objetivo es conocer todas las mutaciones y los errores genéticos y epigenéticos existentes en series de tumores humanos.

XL. ¿Hasta qué punto este proyecto permitirá conocer mejor cómo tratar cualquier tipo de cáncer?
M.B. La secuenciación de los genomas de tumores nos proporcionará una información muy detallada de todas las mutaciones existentes en un tipo de tumor determinado. Eso incrementará las probabilidades de encontrar terapias más efectivas que aquellas de las que disponemos hoy en día. Ahora bien, hemos de ser conscientes de que conocer no significa curar, y viceversa.


Bueno chic@s, espero que os haya gustado la entrevista y si la quereis leer en el contexto original la podéis encontrar en: http://www.xlsemanal.com/web/articulo.php?id=39698&id_edicion=3867&salto_pagina=0

Un saludo

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