Este pez es un ejemplar de “Macropinna microstoma”, más conocido como "barreleye" o pez de cabeza transparente y es uno de los animales más extraños del reino animal. La primera vez que se tuvo noticia de éste peculiar pez, fue en 1939, y unos años más tarde el señor Bruce Robison y Kim Reisenbichler utilizaron para catalogarlo tomas de vídeo realizadas con un vehículo submarino, teledirigido, en las profundas aguas de California. Bueno, aquí hago un inciso, ya que no utilizaron ésta herramienta para observar en exclusiva a “Macropinna microstoma” si no más bien, para observar a peces de su misma familia, la familia Opisthoproctidae y a los cuales también se les designa de forma vulgar como "barreleyes" , que literalmente significa en la lengua de Shakespeare, “ojos de barril”, porque sus ojos son de forma tubular, los de toda la familia, incluidos los de nuestro enigmático pez. Eso si, el único con el cráneo transparente, hasta la fecha, es nuestro protagonista.

Estos peces de aguas profundas se han adaptado a su "penumbroso" ambiente de forma asombrosa. Los "barreleyes" normalmente viven cerca de la profundidad donde la luz solar de la superficie se desvanece para dar paso a la absoluta oscuridad, por ello, usan los "sensibles" ojos tubulares, para buscar las débiles siluetas de sus presas. La mayoría de las veces, el pez flota inmóvil en el agua, con su cuerpo en posición horizontal y los ojos mirando hacia arriba. El verde tan intenso de sus ojos esconde pigmentos amarillos, naranjas y azules que le ayudan a captar la poca luz que desde la superficie llega a esas profundidades, permitiendo así a “Macropinna microstoma” observar la luminiscencia que desprenden las medusas u otros animales que se encuentren encima de él. Una vez que localiza a su presa, el pez gira sus ojos hacia delante y nada hacia arriba para zanjar el asunto de la forma más rápida posible.

Ambos ojos pueden rotar, literalmente, dentro del cráneo y permiten al pez observar lo que sucede por encima de él, de frente o a ambos lados. Los dos puntos oscuros de la parte delantera son en realidad sus órganos olfativos y el orificio del centro es su boca. Sus verdaderos ojos están inmersos en un líquido, que como hemos dicho, les permite girar y además los mantiene lubricados y protegidos. Curioso camino evolutivo, harto pedregoso e inclinado, ¿no os parece?
