El frío que sin rencor ni vacilación azota Europa central hace que en nuestros campos arriven, con especial aglomeración al amparo del moderado clima que las proporciona la ribera del Guadalquivir, nuestra “políglota francesilla”, “aguanieve”, “francerillo”, “quinceta” o “aguzanieve”, como ustedes la quieran llamar pero en definitiva: la siempre europea “Vanellus vanellus”.
Entre las alfalfas y los recién cosechados maizales y acompañada del “omnipresente” estornino y del chorlito dorado, llenará la molleja de cuantos caracolillos encuentre por los páramos y vegas encharcadas de nuestra geografía peninsular, siendo por esta razón uno de los mejores aliados del pastor, al digerir al más importante vector en la trasmisión de la duela del hígado ovino.
El tiempo trascurre inexorable para todos por igual y pronto, en marzo, las avefrías se “follarán” unas a otras para más tarde y con sus “zagales” a cuestas regresar a las degradadas praderas rusas y un año más nos dejarán con la esperanza de volverlas a ver aparecer entre la niebla matinal de una mañana cualquiera en el octubre “grecorromano”. Ya saben, Tolomeo y compañía.
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