viernes, 19 de marzo de 2010

¡¡Para Papá!!...2º Parte: Franz Kafka.

"Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidosen el curso de una conversación.

Franz Kafka: Carta al padre, p. 7.

"Bastaba con estar contento por cualquier causa, absorbido por ella, llegar a casa y expresarla, para que la respuesta fuese un suspiro irónico, un meneo de cabeza, un golpeteo de los dedos sobre la mesa: "Yo vi cosas mejores", o "me conmueves con tus preocupaciones", o "no tengo una cabeza tan descansada", "trata de comprar algo con eso" o "qué acontecimiento".

ibid, p. 15

"Si quería escapar de ti, también debía hacerlo de la familia, y hasta de mi madre. En ella, era siempre posible encontrar protección, pero tan sólo en relación contigo. Te amaba demasiado, demasiada era su fidelidad hacia ti como para que, en la lucha del hijo, ella pudiese constituir, en forma duradera, un poder espiritual independiente. Reconocerlo fue una intuición correcta del niño, porque, a través de los años, mi madre se unió cada vez más a ti..."

ibid, p. 34

"Si comenzaba a hacer algo que no fuera de tu gusto y tú me amenazabas con el fracaso, el respeto por tu opinión era tan grande en mí, que el fracaso, aunque fuese mucho más tarde, era irremediable.
Perdí la confianza en mis actos. Yo era inconstante, indeciso. A medida que fui creciendo aumentó el material que podías señalar como testimonio de mi inutilidad; poco a poco, en ciertos aspectos, comenzaste a tener razón."

ibid, p. 22

"Cuántas veces tuvo que repetirse esta escena y otras semejantes, y cuán poco, en realidad, has logrado con ello. Creo que esto se debe a que el grado de ira y de enojo no parecía estar en relación correcta con el asunto; se tenía la sensación de que tu cólera no podía haber sido provocada por esa nimiedad del estar sentado lejos de la mesa, sino que existía en su entera magnitud ya desde un principio, y hubiese tomado sólo por casualidad ese preciso detalle como pretexto para su descarga. Y como uno tenía la certeza de que siempre encontrarías un pretexto y, conjuntamente, la convicción de no ser apaleado, uno no prestaba mayormente atención y se insensibilizaba además bajo la constante amenaza. Se convertía uno en una criatura huraña, desatenta, desobediente, que buscaba constantemente una forma de huída, una huída interior casi siempre. Así, tú sufrías, y sufríamos nosotros..."

ibid, p. 24

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